Per això potser hi ha vells que no es mouen dels bancs a la sortida del poble, més amunt, quan la carretera que el travessa s´enfila per davallar cap a la zona del Golgo. Potser la negror de la dona gran que repassa amb el dit les esqueles grosses, encolades a un tros de paret enmarcat a tal efecte, mirant de llegir-les sota el mocador que li cobreix el rostre, i que porta lligat sota la barbeta ; potser aquesta negror clàssica de vídua de poble, el seu rostre pàl.lid concentrat d´ulls petits, de nas prominent i fi, de llavis prims, de mans fortes i dits rabassuts, d´ungles que esbiaxen certa artrosi ; aquesta negror que nega la joventut, potser és el reflex de l´aïllament dels segles.
Quatre cotxes embussen el carrer principal, i la cua es forma de seguida. A l´església hi fan reformes, i un semàfor desorienta els vil.latans, que no saben on ficar-se en un poble sense voreres. Un vell en una mobilette resta aturat, amb cara d´esmaperdut, amb aquests ulls de ninetes rodones i minses dels sards vells, que floten sobre una barba sense rasurar, sota uns cabells esbullats ; un feix de llenya fermada al darrera sobresurt a banda i banda, i l´home es mira el pas dels cotxes com qui veu passar un elefant rosa.
I a la botigueta de queviures no venen aigua. Ja tenen la de la font, fresca, molt fresca.
Baunei vive de cara al sur, solidificando su estatus en medio de la sierra que levantan los acantilados del golfo de Orosei a sus espaldas. Si mira a levante, el mar en la distancia, y los pueblecitos de la costa, a sus pies ; si mira a poniente, los picos del Gennargentu desplegándose en aquella dirección. El amanecer trenza su luz desde la placidez del Mediterráneo hasta despertar el afilado contorno de la montaña; el atardecer devolverá aquella en mil rutas reencontradas dia a dia en las grietas inmóviles de sus cimas. Y el habitante de Baunei lo observa como sentado en un anfiteatro.
Quizás por eso hay viejos que no se mueven de sus bancos a la salida del pueblo, más arriba, cuando la carretera que lo atraviesa se alza para descender hacia la zona del Golgo. Quizás la negrura de la mujer mayor repasando con el dedo las grandes esquelas encoladas sobre un trozo de pared enmarcado a tal efecto, tratando de leerlas bajo un pañuelo que le cubre el rostro, atado bajo la barbilla; quizás esta negrura clásica de viudead pueblerina, esa faz pálida concentrada de ojuelos pequeños, nariz prominente y fina, de labios delgados, de manos fuertes y gruesos dedos, de uñas que desvian cierta artrosis ; esa negrura que niega la juventud, quizás es reflejo del aislamiento de siglos.
Cuatro coches saturan la calle principal, y al poco se forma la cola. En la iglesia hacen reformas, y un semáforo desorienta a los lugareños, que no saben adonde ir en un pueblo sin aceras. Un viejo, en una vieja Mobilette se mantiene quieto, la cara denota desconcierto, con esos ojos de pobres pupilas redondas de los viejos sardos flotando sobre una barba sin rasurar, bajo unos pelos enmarañados. Un haz de leña atada en su parte trasera sobresale a ambos lados, y el hombre mira el paso de los automóviles como quien ve pasar un elefante rosa.
Y en la tiendecita de comestibles no venden agua. Ya tienen la de la fuente, fresca, muy fresca.
6 comentaris:
Tots els Baunei haurien d'estar protegits d'alguna manera... :)
m'agrada la llum d'aquestes muntanyes.
No és per fer-te la pilota, però em recordes molt Josep Pla quan descrius aquesta mena de paisatges naturals i humans.Només que tu ho impregnes amb un punt de poesia i construeixes les frases més llargues.
T´envejo, sanament.
Aunque las historias sean diferentes, este relato me ha hecho pensar en esa inmensa soledad que encontré en «Los funerales de la Mamá Grande», de Gabriel García Márquez. Muy bueno.
Saludos.
Te agradezco el comentario, Carlos Alberto. Me apunto el relato de Garcia Márquez para leérmelo, y quisiera agradecerte especialmente el sólo hecho de leer en catalán mis escritos.Para mi es un pequeño honor,porque sé que no te resulta especialmente fácil. Yo lo intento a mi vez con otros idiomas y me cuesta, pero es una satisfacción cuando logras entender el sentido de la narración.Para este relato en concreto, prometo traducción.Gracias otra vez.Y saludos.
En realidad, Estranger, no estaba pensando especialmente en el cuento principal y más largo de ese libro. Más bien en esa vasta soledad que se repite en todos los cuentos de «Los funerales de la Mamá Grande». Y también en esa obra maestra que es «Cien años de soledad». Yo tuve la suerte de leer esa novela al final de mi adolescencia. Y la leí en un pueblo ventoso del sur de Argentina. Un pueblo con calles de tierra y casitas con jardín. Un pueblo rodeado de montes pelados, que me gustaba mucho escalar. Y ese pueblo, Estranger, ahora es casi un pueblo fantasma. Si leíste «Cien años de soledad», sabrás a qué me refiero.
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Saludos.
Lo que explicas de ese pueblo ( que bueno debia ser) lo he visto de muchos pueblos. Pero a menudo no por su abandono, sino por el cambio en sus habitantes, de su forma de vida. Inevitable, sin duda,¿ necesario ? Yo mismo tengo la culpa de esos cambios. A eso me referia también con el relato.A esa transiciones de vidas que laqs caras de los viejos tan bien reflejan.
Saludos.
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